Larga vida a los románticos

Vale que estamos de vacaciones (al menos en lo que respecta a la grabación del podcast). De acuerdo en que debería darnos vergüenza descansar más que Vitolo desde que fichó por el Atleti. Cierto, que el verano es tiempo de noticias de fichajes y rumores, pero es que como simples aficionados no nos hemos querido meter en esos berenjenales, así que para qué vamos a hacer programa..

Pero oye, que estamos vivos y atentos a todo lo que se comenta en los medios y, como siempre hemos ofrecido esta tribuna a cualquier amigo y aficionado del Atleti, pues hoy tenemos un artículo escrito por el gran @Marcos7ATM donde nos da su particular visión a la noticia por la que se están vertiendo ríos de tinta, la el retorno de Griezmann al Atleti.

Y dicho esto, me callo y les dejo con él…

Los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo. Hoy día cuesta encontrar gente que recuerde los zumbidos del Messenger, las abreviaturas que se usaban en los SMS para ahorrar caracteres o al Atlético de Madrid del cual se enamoraron. El reciente rumor de un posible regreso de Griezmann ha vuelto a poner de manifiesto la deriva sentimentalista que lleva años produciéndose en la masa social rojiblanca. Una afición que en los años de plomo tiró de orgullo, sentido de pertenencia y valores para tapar la sequía, ya no de títulos sino de resultados deportivos acordes al estatus de la entidad, ahora pretende escudarse en el plano deportivo para amortiguar la vuelta de uno de los mayores traidores que ha vestido la camiseta rojiblanca.

uno de los mayores traidores que ha vestido la camiseta rojiblanca

Y es que el francés tuvo en su mano haber hecho historia como colchonero. Pudo haber quedado en la memoria de miles de hinchas que corearían su nombre y contarían sus andanzas a sus futuros descendientes como si de batallas medievales se tratase, pero que eligió “ser uno más.” Aún resuenan en la cabeza de demasiados aficionados las palabras que Erika Choperena pronunció en un documental que jamás hubo de ver la luz, aunque en esa ocasión acabase bien. Una de las tantas veces que Antoine jugó con las ilusiones de miles de hinchas que siguen viviendo esto como algo más que un negocio que mueve miles de millones al año. Como en cada uno de los veranos en los que, desde la guasa y la falta de respeto hacia la institución que continuaba pagándole el salario, se dejaba querer por cualquier club que pasase por delante. Como en su última temporada aquí en la que, tras el tremendo esfuerzo económico realizado para situarle como uno de los jugadores mejor pagados de la Liga, negoció un precontrato con el FC Barcelona la víspera de un partido de vuelta en el que quedamos eliminados, tirando por la borda la ventaja obtenida en el partido de ida. No contento con eso, con haber jugado con los sentimientos de miles de personas que depositaban en él sus ilusiones y de traicionar la confianza que la institución había puesto sobre sus espaldas, estuvo a punto de anunciar su marcha del Club con otro documental. 

El hecho de sentirse diferentes, el de no poner el foco en lo conseguido sino en el cómo se consiguió, parece que ya no es un factor determinante para reconocerse atlético. Un amplio sector de la grada del Metropolitano (y otro aún mayor que dudo mucho la haya pisado alguna vez) se ha aferrado a una visión maquiavélica del futbol que, hace no tanto, por aquí se detestaba. O al menos eso se decía de puertas para afuera. “Deportivamente ganamos” o “Si lo pide Simeone…” Son algunas de las frases que se utilizan para intentar maquillar una derrota moral que el Atlético de Madrid (y sobre todo su gente) no se merecen. El día que los hinchas que portan bufandas tengan los mismos baremos de medida que los que se dedican profesionalmente a esto, todo habrá muerto.

Hace poco leí un artículo de uno de esos opinólogos modernos, decía que el futuro de las parejas era el poliamor y las relaciones abiertas. Por aquí seguimos dejando claro que odiamos el fútbol y el mundo moderno, ¡Larga vida a los románticos!


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