El resurgir de un titán llamado Lemar

Los que seguimos al bueno de Tomás desde sus tiempos en el Caen B, sabemos que no conviene estresarlo si se quiere sacar el auténtico potencial que lleva dentro.

La buena noticia es que el periodo de barbecho parece haber terminado. Los posos del café revelan un cambio cósmico, por fin se han alineado los astros y comienza la era Lemariana.

Dice la antigua profecía: «y saldrá de la ciudad cercada el emisario de las islas para cortar su melena, el lobo morderá la esfera blanca y el fruto del ébano tallado dará dos pases donde era»

Todo ello ocurrió antes del partido contra el Celta. El resto es historia del balompié.

Cronología de un éxito anunciado

Thomas Lemar llegó al Atlético de Madrid después de destapar el tarro de las esencias en Mónaco. Maldini (el calvo, no el que sabe de fútbol) anunciaba el advenimiento de una estrella inconmensurable, muy por encima del sobrevaloradísimo Mbapé.

Decía literalmente que le encanta «este monaco» que, dejando al margen el insulto racista, no deja de ser un halago.

En los entrenamientos ya sorprendió su enorme calidad y, especialmente, la ausencia de olor de su sudor. Entraba en el vestuario después de cada sesión como si viniera de ir a Barajas a mirar aterrizar aviones.

Supercopa de Europa

En Tallin, durante la Supercopa, hizo un partido memorable ante el Real (?) Madrid. Estaba en todas partes, tocaba, se desmarcaba y colgaba balones con peligro.

En este encuentro si rompió a sudar con ese característico y embriagador olor a croissant recién horneado. Cuentan los que allí estuvieron, que la intensidad del aroma a mantequilla fundida era tal, que Marcelo lo siguió hasta el vestuario y se quedó en la puerta durante horas.

La fase de aclimatación

Los siguientes dos años fueron necesarios para que se recuperase del esfuerzo realizado, pero los que confiamos en él sabíamos que lo mejor estaba por llegar.

Es innecesario que lo diga, pero el que suscribe siempre fue un defensor de la capacidad de Lemar. No en vano tengo el honor de ser el presidente, apoderado, tesorero y único miembro de la ficticia peña Lemar de Huelva.

No negaremos que ha sido complicado mantenerse al pié del cañón, pero nuestra fe en el talentoso caribeño es prácticamente inagotable.

El partido del Celta (ida de la temporada 20-21)

Nuestra paciencia y su tesón tuvieron su recompensa en el partido de ida ante el Celta de hace un par de jornadas. Simeone no le da oportunidades suficientes, pero en sus ojos de oso de peluche mojado, brilla la determinación.

Nada más sacar de centro pide el balón… un pase, dos, tres, ¡cinco! todos para atrás y a asegurar, pero bueno, era un buen presagio.

Se produce un córner, Lemar pide el balón con autoridad y enérgicamente (ni silvuplé ni scargots en vinagre).

Poco a poco, primero en el primer palo, luego en el área pequeña y después subió por la grada un olor a bollería fresca, a horno a pleno rendimiento, a café latte con dibujitos de grulla y corazones en la espuma…

Lemar cogió cierta carrera, tres pasos nada más, levantó la cabeza y, con el interior preparó el golpeo con una comba deliciosa. Habría sido gol olímpico sin lugar a dudas, de no haber aparecido Marcelo inesperadamente y haberle hincado el diente a Tomás en una axila haciendo que perdiese el equilibrio.

Es igual, los brotes verdes están ahí y en menos de dos años volveremos a ver a Lemar poniendo un balón a uno de los de su equipo.

Paciencia con ese titán llamado Lemar.


9 respuestas a “El resurgir de un titán llamado Lemar”

  1. Eduardo de Atleti

    Es cierta la gran evolución de Lemar en los últimos tiempos, en lo que no habíamos caído, es en que sufre la enfermedad de John Dalton, conocida comúnmente como Daltonismo, ya que presenta dificultades en distinguir entre el rojo y el verde, de ahí que en la última jornada de liga, diera el mismo número de pases a los del Betis que a sus compañeros.
    Si no es por esa enfermedad, podríamos haber asistido a un nuevo recital de nuestro hombre con olor a croissant recién horneado…, una pena.

    • Chaminorte

      Es una de esas historias de amor imposible, lo admito. Por un lado te apetece achucharle y que desprenda ese olor a pan-au-chocolat, pero por otro el achuchón se lo darías en el cuello y bien fuerte.
      Confiemos en que está vez sea la buena, que el día del Derby se convierta en superguerrero Saiyan y ajusticie al camero por todas sus tropelías; quizá ese sea su destino, vagar por la tierra hasta encontrar su destino.
      Y lo celebraremos en Huelva con buenas gambas blancas porque si, todos somos un poco Lemar.

  2. Eddan

    El jugador se lo ha currado. Y su entrenador, Simeone, ni hablemos. Se dice que este Atlético, de la 2021-22, tiene su mejor plantilla de la historia y la mejor de todos los equipos de La Liga. Es matizable, tiene sus imperfecciones, pero tengo claro que es lo que gracias a su entrenador. El nivel de este equipo es bueno y alto, pero es engañoso, porque si sacáramos a estos jugadores del Atletico de Simeone y los pusiéramos en cualquier otro equipo, no serían ni la mitad que son hoy día. Hay millones de pruebas de este fenómeno: Thomas Partey, Lucas Hernández, Arda Turan, Mario Suárez, Filipe Luis, etc.
    Volviendo a Lemar, creo que de la mano de su entrenador ha mejorado mucho el apecto psicológico -al margen de que ahora juega en un puesto que le favorece, mas centrado, alejado de la banda. Siempre sintió que su entrenador confiaba en él, porque siempre le dio muchos minutos y habló especialmente bien de él. La fortaleza mental de los deportistas de élite es tan crucial como su estado físico, si no más. Conocí a un jugador que estuvo un par de temporadas en el Atletico de Javier Aguirre que se debatía entre la titularidad y la suplencia en aquellos años: decía que prefería no jugar los partidos grandes del año porque le comía la ansiedad. Que se sentía mejor como suplente en esos momentos. Lejos de querer hacer mofa de él, solo quiero poner de relieve lo importante que es el aspecto psicológico en los deportistas, y cómo es algo que con cfrecuencia, les falla de manera determinante.

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