El Clac

Dice don Diego Pablo que no consumamos. En Aplasta Arteche somos muy de seguir las doctrinas del profeta de Luis en la Tierra, pero cualquier dogma admite matices.

Se pueden no consumir los exabruptos de ciertos columnistas gordos del As con ínfulas de entrenadores gordos, apostatar de los vertidos que cada noche dedican a los oídos de las personas en el Chirin… Jehová y, directamente, evitar la blasfemia de hacerle caso a Maldini (que se cambió el nombre para evitar rimas, el muy truhán).

De todas formas hay otro tipo de productos como los torreznos que se deben consumir con fruicción, como si fueran el maná recién depositado por el altísimo en una bandeja metálica. Eso y otros que hacen clac.

De estos últimos y todo lo que llevan detrás (que es mucho), nos habla Marcos (@Marcos7ATM).


Hay pocas cosas que generen más paz que el sonido del “clac” al abrir una lata de cerveza.

Ya sea en tú casa después de una jornada de trabajo, en el salón de un colega rodeado de pizzas mientras en la tele dan un partido o en las afueras del estadio, rodeado de tu gente y “regañando” al que a última hora, con el partido a punto de empezar, ha ido a aliviar sus necesidades y ha vuelto con una bolsa de plástico cargada.

“Clac” y de trago.

Cuando uno hace “clac” el mundo es mejor, los atascos mañaneros desaparecen y hasta tu jefe te cae mejor. Con varios “clacs”, Lemar se convierte en Pelé y, los bailes de Vitolo son graciosos. “Clac” y, la terraza de un piso de 90 metros en pleno confinamiento es el paraíso. Entre “clacs” surgió un viaje a Leverkusen, una amistad y un grupo de amigos.

El “clac” es mágico.

Aún hay aprendices de entrenador, directores deportivos de salón y periodistas de andar por casa, que se pasan el día discutiendo alineaciones, analizando derrotas y valorando temporadas a partir de un partido. Sumilleres de caldo de gallina que dan lecciones de enología futbolística, incapaces de diferenciar un regate gran reserva de un churro Don Simón.

Admiradores de la carrera loca y engañagradas y, criticones del intento constante pero sin éxito. De los que presumían de ser de barrio humilde con cubata en vaso de tubo y, ahora, no pueden beber nada que no venga servido en copa de balón y aderezado con multitud de toppings.

Mejor que meterse en tiroteos con balas de fogueo creyéndose Rambo en Vietnam y salir escaldado ante ametralladoras de argumentos coherentes y serios, hagan “clac.” Reinicien, alivien y disfruten. El Atleti es alegría.

Y “clac.”


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